Dino Buzzati, El desierto de los
tártaros
Ya a primeras horas de la madrugada vieron, desde el
Reducto Nuevo, una pequeña franja negra en la llanura septentrional. Una señal
sutil que se movía y no podía ser una alucinación. La vio primero el centinela
Andrónico, después el centinela Pietri, después el sargento Batta, que al
principio se lo había tomado a broma, después también el teniente Maderna,
comandante del reducto.
Una
pequeña franja negra avanzaba desde el norte a través de la landa deshabitada y
pareció un absurdo prodigio, aunque ya durante la noche algún presentimiento
vagaba por la fortaleza. Alrededor de las seis el centinela Andrónico lanzó el primero un grito de
alarma. Algo se acercaba desde el septentrión, cosa que jamás había ocurrido
desde tiempo inmemorial. Al aumentar la luz, sobre el fondo blanco del desierto
se destacó con nitidez la formación que avanzaba.
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